Mis treinta libros imprescindibles de literatura
Soy pusilánime y no
podría hacer una hoguera de libros. Aunque tampoco podría ser un libro andante
en algún bosque recóndito por carencia de memoria en el disco duro de la voluntad. Los libros
que llegaron a casa por una necesidad o deseo o curiosidad o como muestra de
cariño y amistad en casa se deben quedar. Aunque la casa sea un caparazón de
tortuga errante. Incluso en las mudanzas más presurosas o tormentosas no me he
desprendido de ellos. No sabría explicar muy bien la razón, no es cuestión de fetichismo ni de bibliomanía, quizás sí de alguna
versión de Diógenes que en mí habita. Conozco casos envidiables de amigos y conocidos
que tras noches de tertulias literarias y pleitesías y rituales a Baco se han subido a las terrazas de sus
trincheras y desde ahí han arrancado hojas de libros malsonantes para ellos,
ofensivos al raciocinio y a la estética, y las han tirado desde lo alto como
despreciables piedras a la calzada. Gente de intelecto muy severo y refinado.
A las versiones de Diógenes
como yo la aparición del libro electrónico nos ha venido de perlas. Cierto es que
almacenamos ahí principalmente libros literarios, novelas y poemas, y algún que otro ensayo. No concebimos aún los libros académicos en su versión digital para
ebook.
Y aunque tengo un
conocido vehemente y como yo, trasnochado,
que casi todas las madrugadas me visita al trabajo y me machaca diciéndome
que tenemos a la literatura sobrevalorada, que esta es prescindible para la
existencia humana, nada comparable a la encomiable labor de la ciencia, y que Hernández
fue un pistolero y que los Lorca, Machado y afines fueron unos mercenarios al
servicio del régimen, de su régimen, el comunista, los 30 libros que
conservaría a mano serían de literatura
y serían aquellos que en algún momento de mi vida me aportaron un gran
descubrimiento, fuente de riqueza existencial, emocional e intelectual. Por cierto, valga la ocasión para aclarar,
según la versión de la bloguera Gabriela Gonzáles que en su momento salió en defensa de Marie
Kondo, que la influencer youtuber no dijo que en casa solo deberíamos tener 30 libros,
sino que a mano, a nuestro inmediato alcance, en nuestra estantería más próxima
o mesita de noche, solo deberíamos tener los 30 libros más importantes, los más relevantes en nuestra vida, los que nos
hubiesen hecho más felices. El resto habrá de estar bien guardadito y ordenado donde
mejor cupiese. En alguna biblioteca de casa, en una habitación vacía, en el garaje
o en el trastero. O en manos o casa de algún amigo. Todo esto último ya es añadido mío. Visto así, mis
treinta libros que tendría a mano serían de literatura y probablemente serían
estos.
Poemas
humanos, César Vallejo.
Pedro Páramo, Juan Rulfo.
La Biblia, autores varios.
Crimen y Castigo,
Fiodor Dostoievski.
Cien años de Soledad,
Gabriel García Márquez.
Un mundo para
Julius, Alfredo Bryce Echenique
Tantas veces Pedro,
Alfredo Bryce Echenique.
El maestro y
Margarita, Mijael Bulgakov.
Crónica de una
muerte anunciada, Gabriel García Márquez.
Anna Karenina,
Lev Tolstoi.
La Odisea,
Homero.
La ciudad y los
perros, Mario Vargas Llosa.
El Quijote,
Miguel de Cervantes Saavedra.
Cinco horas con
Mario, Miguel Delibes
Crematorio,
Rafael Chirbes
Lima Hora Cero,
Enrique Congrains
El Bagrecico,
Francisco Izquierdo Ríos.
Conversación en La
Catedral, Mario Vargas Llosa
Madame Bovary,
Gustave Flaubert.
Los ríos profundos,
José María Arguedas.
Alamedas oscuras,
Iván Bunin
La metamorfosis,
Franz Kafka
El árbol de la
ciencia, Pío Baroja.
1984, George
Orwell
Luces de Bohemia,
Ramón del Valle-Inclán.
El retrato de
Dorian Gray, Oscar Wilde.
La voz a ti debida,
Pedro Salinas.
Vientos del pueblo,
Miguel Hernández.
Poema de Gilgamesh,
literatura mesopotámica
Doctor Zhivago,
Borís Pasternak
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