La mirada del otro: lecturas de adolescentes






Contextualización

Para realizar esta práctica hemos consultado a una alumna de 15 años que no pertenece al sistema educativo español, sino que ha crecido en Perú y se encuentra realizando sus estudios de secundaria en ese país. Nos parecía interesarte ver cómo es la afición literaria, sus inquietudes,  de chicos y chicas de la misma edad pero que viven en lugares distantes, que se forman en un sistema educativo que no es el del estado español. Sin embargo comparten como vehículo de conocimiento y aprendizaje una misma lengua, además de vivir inmersos en una realidad común generada por las nuevas tecnologías y principalmente por el uso de internet, quizás la cara más visible  de lo que hemos venido a llamar globalización.
Creemos que de  la comparación de esta mirada con la elaborada por otros compañeros que la han hecho a partir de experiencias que nos son cercanas y próximas podría resultar una comparativa  muy sugestiva. Pero eso es ya otro cantar, una labor pendiente. De momento aportamos solo un testimonio.

Recuerdo de mis lecturas
Hola, soy Yarixa, tengo 15 años y actualmente estoy cursando el cuarto año de educación secundaria en el Colegio San Isidro de Huaral, lugar donde hasta ahora he vivido desde que nací. Huaral es una ciudad ubicada al norte de Lima, apenas 75 kilómetros nos separa de la capital del Perú, pero el viaje en un solo trayecto por causas del endemoniado tráfico puede durar dos horas. Me apetece ir más a Lima, por las cosas bonitas e interesantes que uno puede ver allá, pero el caos vehicular le quita a uno las ganas de visitar esa ciudad.
La vida educativa en mi colegio es muy exigente, apenas tenemos tiempo para respirar, es decir, para descansar. Hace poco oí la palabra pedagogía y estuve hablando de de metodologías de enseñanza y aprendizaje, sobre todo a partir de unas clases muy interesantes que unos profesores nuevos y jóvenes estaban compartiendo con nosotros. Posteriormente, en líneas generales me saltó la pregunta: ¿Qué pedagogía sigue nuestro colegio? Imagínense, nuestras clases son de lunes a viernes en doble turno. Me paso en el colegio prácticamente todo el día, desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, salvo la hora y media que tenemos al mediodía de descanso para ir a comer. Y los sábados estudiamos hasta el mediodía. Dice el director de nuestro colegio que la principal diversión y a la vez responsabilidad de los niños y adolescentes es estudiar. Y es también una forma de trabajar que se ve compensada con la casa y alimentos que nos dan nuestros padres, con su cariño y protección. ¿No creen ustedes que esta no es una versión moderna de la educación espartana? Cuando terminé la primaria y me matricularon en este colegio al principio yo no quería  estudiar aquí, demasiadas exigencias y poco tiempo para dedicarme a otras actividades que no fuesen estudiar. Además en el anterior colegio sin demasiado esfuerzo podía sacar buenas calificaciones, mientras que aquí el aprobado me costaba sudor y lágrimas. Ya estaba “gestionando” ante mis padres mi traslado. Pero por otra parte había algo en mí que me decía que no podía darme por vencida tan pronto ante estos cambios, quizás el remedio sería peor, estaría todo el tiempo pensando que no supe afrontar nuevos retos. En esas me encontraba cuando poco tiempo después me di cuenta que mi cuerpo, mi mente, en cierta medida ya habían interiorizado esa mecánica tan exigente y que ya no quería abandonar el colegio a pesar del sacrificio. Todo se debió a que empecé a  hacer amigos en el colegio,  creo que soy muy amiguera, me encariño con la gente y no quiero alejarme de aquellas personas que empiezan a ser importantes en mi vida. Ese fue el factor determinante que en cierta medida hizo que al igual que mis compañeras me convirtiera en una espartana más del San Isidro. Todo esto les cuento porque antes de entrar a este colegio tenía más tiempo para leer, y cuando digo leer me refiero a libros que me atraían o me gustaban. Pero cuando entré al San Isidro tenía menos tiempo para leer, así que le robaba algo de tiempo al sueño y los domingos, que no iba al cole, a veces me la pasaba toda la mañana en la cama leyendo, en otras también escuchando música, y más recientemente vagabundeando por internet y las redes. Aunque también vagabundeo sanamente con los booktubers que me cuentan de los libros que van apareciendo, así, cuando tengo algo dinero y puedo ir a Lima o montan en mi ciudad alguna feria del libro intento hacerme con los libros que me parecen interesantes.
 Ahora les hago un repaso de cómo me fui aficionando a la lectura y el recuerdo de los libros que he leído.
 Desde que era pequeña, mis profesores y familiares ya me relataban cuentos, como Caperucita roja, Los tres cerditos o El gato con botas. Pero, pronto comencé a leer por mí misma. El primer libro que leí fue Las fábulas de Esopo, varios relatos protagonizados por animales de quienes aprendí los valores fundamentales que cualquier ser humano debe compartir.

Más adelante, empecé a leer las aventuras de Manolito Gafotas, uno de los libros que más me han marcado y que amaré siempre. La historia de Manolito me parece las más bonita y sincera que he leído, y he disfrutado cada capítulo junto a él y junto a su familia y amigos. Esta lectura me enseñó a afrontar cada día como una nueva aventura.


El libro Cuentos de Perrault también fue un gran descubrimiento para mí. Me gustó mucho, ya que llevó mi imaginación a otro nivel. En cada cuento la imaginación del escritor me sorprendía más y más, y fui descubriendo nuevas culturas y nuevos lugares. Sentía que el cuento me transportaba a ellos y ya no había vuelta atrás. Cuando fui un poco más mayor comencé a leer otro tipo de libros, más realistas y de temáticas más cercanas a mi vida cotidiana. Por ejemplo, El club de la limonada, de María Fernanda Heredia, me pareció un homenaje al optimismo, a la amistad y a la vida; una historia que aborda los momentos difíciles del alma, cuando encuentras personas en tu camino a las que no puedes calificar como "medias naranjas", sino, más bien, como "medios limones"; y te enseña cómo superarlos.

           
Otro libro en el que se plantea el poder de la amistad es Frin, una obra en la que no faltan viajes, romance y aventuras; y que me demostró que una nunca está sola, que siempre hay un amigo que te cuida y apoya cuando más lo necesitas.



Sin embargo, el libro más adulto que leí en esta etapa fue El puente de la soledad. En este trayecto nocturno y solitario a través de un puente, tres amigos se dirigen a otra ciudad a escondidas de sus padres para ver un concierto. A través de los temores y conflictos de sus protagonistas, esta lectura me planteó muchas preguntas y me mostró la necesidad de descubrirnos como personas adultas.


            Actualmente, sigo las recomendaciones de un youtuber de literatura y disfruto de lecturas muy variadas. Uno de los últimos libros que leí (por una de estas sugerencias) es La chica del tren, un libro de suspense que me gustó por la forma que la autora tenía de complicar la trama cada vez más. Por otra parte, Amor inmortal, otra de sus recomendaciones, no me gustó nada y su lectura se me hizo muy pesada y enrevesada.

            Buscando a Audrey tiene una temática más adulta, pues trata de una chica que sufre acoso en su colegio y, a raíz de esto, su madre empieza a sobreprotegerla. Solo con la ayuda de Linus, un amigo de su hermano, consigue ir abandonando sus miedos y reencontrarse a sí misma. Esta historia me pareció caótica, encantadora y muy divertida.

            Para finalizar, el libro que más me ha gustado últimamente es La mecánica del corazón, de Mathias Malzieu. Este libro me encantó, ya que me sentí muy identificada con Jack, su protagonista, porque no tiene miedo de vivir la vida y es feliz disfrutando cada momento. Además, a lo largo de la historia Jack vive un romance con Miss Acacia –otro de los personajes–, por lo que me pareció el libro perfecto.





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